Me
doy cuenta que ya no extraño como antes su ausencia, que empiezo a
ser positiva ante la distancia, pero noto también que, aunque no
duele, el amor no se va.
Extraño todas esas noches en vela, hablando con él por teléfono y sintiéndole aquí, al lado, cuando estaba a cientos de kilómetros. Extraño lo viva que me hacía sentir y lo bonito que era todo. Extraño esas llamadas de buenas noches, y también las de buenos días. Extraño sus promesas, todas ellas.
Es difícil ¿sabes? Eso de superar que la persona a la que amas, no te amará nunca jamás. Pero supongo que para él fue más fácil. Que sólo tuvo que enamorarse de mi y hacer que me enamorara de él, para después descubrir que yo no era tan perfecta como creía y dejarme sola, con cientos de mensajes antiguos y un número de teléfono que no volvería a marcar.
Será difícil de comprender, pero a pesar de todo, todavía le quiero. Debería odiarle después de todo lo que me hizo, pero por alguna extraña razón le perdonaría una y mil veces más. En realidad esa razón no es tan extraña, es porque sigo enamorada. Y sí, estoy consiguiendo olvidarle, pero va a llevarme su tiempo. Tiempo como aquel que él me hizo perder y que nunca recuperaré.
Pero eso pasa ¿no? Hay que besar muchas ranas antes de que se conviertan en príncipe.
Pero eso pasa ¿no? Hay que besar muchas ranas antes de que se conviertan en príncipe.